VOLVER A LA UNIVERSIDAD

LOS CHICOS DESAPARECEN ha sido invitada a participar en dos eventos universitarios. Por un lado el 30 de Octubre a las 20 hs. se presenta en el marco del 3º Congreso Latinoamericano de Arte, Educación y Cultura Contemporánea que se llevará a cabo en el Auditorio de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata. La presentación correrá por cuenta del productor ejecutivo de la película, y luego de la proyección se llevará a cabo una charla con Marcos Rodríguez, su director.

Una semana después, y en el marco de la muestra paralela del Festival organizado por la Universidad de Goias se presenta ante el público universitario brasileño, luego de su paso por el Festival Internacional de Cine Fantástico de Porto Alegre, quien aporta el subtitulado y que oportunamente galardonara a Norman Briski como mejor actor.

Los Chicos Desaparecen (2007, 92 min., Ficção, Argentina)

Exibição: Dia 05 (quarta - feira) - 19:00 / Cine - UFG


Sinopse: O velho relojoeiro Macías é envolto em cálculos sobre o tempo. O desaparecimento surpreendente de uma criança o situa como único suspeito.
* Roteiro e Direção: Marcos Rodríguez.
* Produção: Marcos Rodríguez, Alejandro Encinas, Jorge Peroni.
* Produção executiva: Gustavo Fabián Alonso, Felicitas Raffo.
* Fotografia: Manuel Muschong.
* Direção de arte: Viviana Serafini.
* Edição: Jerônimo Carranza, Marcos Rodríguez.
* Elenco: Norman Briski, Lorenzo Quinteros, Ricardo Ibarlín, Umbra Colombo, Alexis López Costa, Cabe Mallo, Héctor Ostrofsky, Pipo Lleral, Oscar Mainoldi.

EN EL FESTIVAL PLATENSE



La Plata es aquella ciudad en la que nadie es local. Ni aunque lo elijan Intendente. Así que luego del stress rosarino era obligatoria la vuelta por el Centro Cultural Islas Malvinas. Era el lanzamiento del 3º FESAALP y la película se proyectaba en el marco de La Plata Filma, invitada fuera de competencia.

La gente del FESAALP son militantes todo terreno. Corren toda la cancha y pasan de la remerita merchandaising al saco y vestido para el acto de apertura. Marcos Rodríguez alguna vez fue programador del Centro Cultural, én su etapa mas exitosa, así que en su rol de invitado estaba mas que relajado. Agustín Aguirre, jefe de producción que atravezó la llamarada hasta el final de la película estaba allí en compañía. También, otra vez, Gustavo Alonso y Alejandro Encinas.
Federico Ambrosis, crítico de cine y programador del Festival de Artes Audiovisuales, lució para la foto con Marcos Rodríguez.
Luego comenzarían los discursos, inlcuído algún malentendido entre quienes sienten que la película les pertenece por ósmosis.
Después el brindis. Allí estaba Carlos Vallina, como un gran padrino (el de la película o el del Conurbano) en versión académica. Alonso y Rodríguez se acodaron junto a él y hablaron un poco de todo. La fresquísima María Ibarlín, directora de Cultura platense se acercó luego de un discurso que iba dirigido a alguien que no se sabe quien sería. Pero seguro que a alguien le pegó en el pecho con sus palabras.
A lo largo de los días se acercaron Héctor Ostofsky y Tato DeGaetano, actores de LOS CHICOS DESAPARECEN, que ahora mismo coinciden en otro largometraje. También Vivi Serafini, la mujer detrás del concepto visual de la película.
Es curioso como la película comienza a andar sola. Como desprendida de todos, pero no tanto. Allá va Rodríguez a hablar con el público.
Comienza a oscurecer. Como en el cine.
Salute para todos y a la barra a pensar.

SEMBLANZA ROSARINA

La vuelta de Rosario se presentaba escalofriante luego de la noche con Peter Capusotto, el tipo con el 9 en la espalda y los funcionarios audiovisuales argentinos.
En la ciudad de La Plata se habría el FESAALP y la comitiva debía llegar a la apertura del evento.
Rosario siempre deja dos paradas inevitables: pasar por el mítico Bar El Cairo, recreando inevitablemente la mesa de los galanes, y comer pescado junto al río.




"Estoy vivo y bien, ni feliz ni infeliz, aquí en el Hemisferio Sur. Por eso me deja más perplejo que nunca el recuerdo de ese pez perdido, alzándose, dejando el agua y volviendo a ella. El sentimiento de pérdida que me asaltó entonces me asalta todavía. ¿Cómo transmitir algo de lo que siento sobre este asunto? Adentro siguen conversando en su propia lengua. Decido caminar por la orilla. Es la clase de noche que hace que hombres y ríos estén más cerca. Camino un trecho, después me detengo. Advirtiendo que no he estado cerca. No durante muchísimo tiempo. Ha sido esta espera la que ha venido conmigo a todas partes. Pero ahora crece la esperanza de que algo se levante y salpique. Quiero oírlo, y seguir adelante", dijo alguna vez Raymond Carver, visitando Rosario antes de volver a Nueva York.
La cita sirve menos como un recuerdo que como motivación. Lucho nos indica comer pescado junto al río en un lugar estratégico: justo aquel que citara Carver. Todo está servido en esa mesa: el río, el perro que da vueltas alrededor, un ascensor que desciende a la costanera, un menjunje saborizante y la charla sobre el gran pez. El de los pescadores y el de Carver, pero también el de Tim Burton, influencia concreta de Marcos Rodríguez para LOS CHICOS DESAPARECEN.
Buen provecho y a la ruta.

DE PASO POR ROSARIO

La cruzada en busca de Rosario estaba cargada de expectativas para todos. La producción se movió en coche propio.
El cuarteto vibraba desde distintos lugares. Adelante, del lado del acompañante, viajaba Marcos Rodríguez, el único destinado a sufrir por ser el director de la película. Alejandro Encinas y Gustavo Alonso, asistente y productor ejecutivo respectivamente, viajaban cómodos detrás.
El trío había presentado la película en el Festival de Tandil, de donde se trajeron el premio del público. Sin embargo éste viaje tenía un invitado dispuesto a convertir el sueño en travesía.
Es que al volante iba Jorge Peroni, quien no sólo es parte del equipo de producción, sino que también es amigo de la casa.
Hasta aquí todo normal. Hombres de cine, en busca de la película que se proyectaba el día de inicio del festival rosarino.
Pero Peroni tenía algo más para demostrar, tal vez recordando su vivencia en una ciudad, de la que le quedan aún marcas en los tobillos. Es que Jorge Peroni ofició de guía en la ciudad santafesina, no por su intuición sino porque tuvo un paso fugaz por Argentino de Rosario, luciendo el nueve en la espalda.
El viaje mostró por primera vez como el entusiasmo desmadrado de Encinas era superado por un Peroni que desde que llegó a Rosario, tal vez recordando el vestuario compartido con Schiavi o la pensión en donde vivió con su representante, iba a tener la pelota dominada.

El grupo llegó al Centro Audiovisual Rosario y fue recibido por Lucho Redigonda y Gustavo Escalante, parte fundamental del equipo del Festival.
Milanesas con papas fritas fueron los primeros aliados en un mediodía soleado. Se acercó a saludar Marcos Pastor, quien el mismo día estrenaba en Rosario su documental Rastrojero en la misma sala.
Luego el grupo encaró para el hotel, ubicado equidistante entre un cabaret y la estación ferroviaria. Alonso volvió al centro a ver películas y saludar a los organizadores. Era su cuarta visita al festival y creía que no iba a ver sorpresas.
Horas mas tarde y atravesado por una siesta llegó el director a hacer el reconocimiento de la sala, escuchar como suena, chequear el tape, y una serie de acciones que a juzgar por su calvicie lo coloca al borde del manifiesto zen.
Pasada la película todos a comer. Descubrimos entonces como vendría el resto de la agenda. Sorrentinos y tinto, con la compañía de Leandro Ipiña, director del canal Encuentro, y de Gustavo y Lucho, que adelantaron que el mismísimo Peter Capusotto presentaría sus videos en la fiesta de apertura.
Comer, beber y departir parecían el plan perfecto. Hablar de proyectos, de películas, de sueños. Peter Capusotto hacía a delirar a cientos de personas que se agolpaban junto al escenario.
Lejos, en medio de la pista, con el nueve en la espalda, el amigo de la casa, nuestro guía, desataba su furia parlante con una irreverencia artesanal que si lo escuchaban le cerraban el micrófono a Capusotto.


Conformes por su paso por Rosario, director y productor de Los chicos desaparecen se encontraron en la barra por invitación del Festival. Tal vez a mezclar tragos con predicciones.
Supieron que en algún lugar de ese salón, Peroni le ganó por delirio a Pomelo y sus aliados.

VOLVER A LA PLATA




En el marco de la muestra LA PLATA FILMA y en calidad de invitada se presenta en el 3º Festival de Artes Audiovisuales de La Plata LOS CHICOS DESAPARECEN, el largometraje de Marcos Rodríguez rodado el año anterior en esta ciudad.
La cita es el miércoles 10 de setiembre a las 18 hs. en la Sala Microcine del Centro Cultural Islas Malvinas.

PREMIO EN BRASIL


Premiados do IV FANTASPOA
Longas-metragens: Júri Oficial


- Melhor filme: "Hogfather", de Vadim Jean
- Melhor direção: Richard Schenkman, de "The Man from Earth"
- Melhor roteiro: Guillem Morales, de "El Habitante Incierto"
- Melhores efeitos especiais: "Jack Brooks: the Monster Slayer"
- Melhor ator: Norman Briski, de "Los Chicos Desaparecen"
- Melhor atriz: Jimena Anganuzzi, de "El Proprietario"
- Melhor animação: "Sword of the Stranger", de Masahiro Andô

FESTIVAL ROSARINO



En el marco de la decimoquinta edición del Festival Latinoamericano rosarino, coincidente con la conmemoración de los 40 años de la creación de la Universidad Nacional de Rosario, se presenta LOS CHICOS DESAPARECEN, la coproducción entre el INCAA y la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata dirigida por Marcos Rodríguez, en calidad de invitada especial.

CERRANDO EL IV FANTASPOA


Luego de dos presentaciones en el Cine Santander Cultural (una de las cuatro salas habilitadas para el festival) Los chicos desaparecen se proyectó el día de cierre en el marco del Concurso Internacional de Fantaspoa IV.
En competencia entre mas de cuarenta películas, la ópera prima de Marcos Rodríguez, producida por CEPA, la Facultad de Bellas Artes-UNLP y el INCAA, se presentó en una competencia marcada por la diversidad incluyendo todos los géneros que componen el cine fantástico. Si bien las características del Festival potencia el horror como género central, también el trhiller, la ciencia ficción y la fantasía estuvieron presentes en la selección, en representación de la cinematografía de 12 países diferentes.
Como consigna el programador Joao Fleck: “ A pesar de la variedad, la gran mayoría de las películas de la programación se divide una cosa en común: Son muy independientes. Su logro no contó con la presentación de grandes estudios, o la fuerte dependencia de las contribuciones financieras, por el contrario, son las películas que claramente se han desarrollado con un sello de inventiva, a través del compromiso y la dedicación de los productores, directores y demás miembros los equipos. Por último, se trata de una variada selección de películas que dan lo mejor de las películas producidas por independiente fantástico mundo en los últimos años.”

SEGUNDA PROYECCIÓN EN PORTO ALEGRE




Argentina, 2007, cor, 92 min

O velho relojoeiro Macías é envolto em cálculos sobre o tempo. O desaparecimento surpreendente de uma criança o situa como único suspeito.

Roteiro e Direção: Marcos Rodríguez.

Produção executiva: Gustavo Fabián Alonso, Felicitas Raffo.

Produção: Marcos Rodríguez, Alejandro Encinas, Jorge Peroni.
Fotografia: Manuel Muschong.
Direção de arte: Viviana Serafini.
Edição:Jerônimo Carranza, Marcos Rodríguez.
Efeitos visuais: Iru Landucci, Hernán Ricciardi

Elenco: Norman Briski (Macías Möll), Lorenzo Quinteros (Rene Rigaud), Ricardo Ibarlín (Mc Cornick), Umbra Colombo (Sofía Zanetta), Alexis López Costa (journalist)
Cabe Mallo (Sánchez), Héctor Ostrofsky (Viruela), Pipo Lleral (Garbage man), Oscar Mainoldi (priest)

En competencia en el IV FANTASPOA


Comenzó la 4º edición del Festival Internacional de Cine Fantástico de Porto Alegre. En el marco de la Competencia Internacional se presentó el 29 de Julio la ópera prima LOS CHICOS DESAPARECEN, de Marcos Rodríguez.
El festival presenta en competencia mas de un centenar de largometrajes en competencia, a los que se agregan la competencia de cortometrajes, proyecciones especiales, homenajes, competencia de cine de animación - una de las secciones que mas ha crecido én cada edición- y los múltiples eventos.
LOS CHICOS DESPARECEN no es la única película argentina, ya que -entre otras- se presentan en la misma competencia la multipremiada Filmatrón, El Propietario y la coproducción Jeniffer Shadows.

PREMIO DEL PÚBLICO


Para ser la última cena era extraño.
El director Marcos Rodríguez había salido hacia las afueras a ver Las vidas posibles, de Sandra Gugliotta, mientras que Gustavo Alonso decidía quedarse en el centro universitario para descubrir el mundo de la "tigresa" Acuña en el documental Licencia Nº1.
En un bar de la ciudad esperaba Ricardo Ibarlín, recién llegado a Tandil en busca de la piedra movediza. Detrás de él Alejandro Encinas se reencontraba en el corazón de la pampa bonaerense con Pablo Parra, DF de su próximo proyecto.
Cuando uno está en un festival de a muchos, es viable la consigna de que cada uno haga lo suyo. Ese fue el plan.
Recién la medianoche juntó al equipo en torno de la mesa de Pizzuela, un cálido restó en el que se mezclaron -en mesas separadas- autoridades del festival, jurados y participantes.
Allí irrumpieron los últimos invitados en llegar a un evento empezado un par de días antes. Entre tantos, el director Pablo Trapero, jurado de ópera prima y disertante en una charla posterior, junto a Martina Guzmán, protagonista, productora ejecutiva y esposa de la exitosa Leonera,.
Sobre el filo del día siguiente la directora Sandra Gugliotta junto a Víctor Cruz rezaban que la cocina no hubiese cerrado sus hornallas para siempre. Y cuando Alonso y Rodríguez se sentaban a compartir esa mesa, Alejandro Encinas transformó la sobremesa en sobresalto, con su insistencia de una reunión nocturna.
Era una fiesta del Festival en un boliche llamado Ego, nombre apropiado si los hay entre tanto actor y director. En la barra un talentoso realizador llamado Akira Patiño estrelló el flash contra parte del equipo.
Y quedó ésta foto del Mono Ibarlín, Marcos Rodríguez, Alejandro Encinas y Gustavo Alonso. Por detrás, Charly, actor de Regresados se alegra de caminar Tandil de noche.
Luego los egos individuales se perdieron en la niebla.
O en la barra.

LA LETRA TRAS EL ENIGMA


Por Juan José Becerra
¿Por qué desaparecen los chicos? La respuesta a ese enigma no tiene la forma de una solución sino la de un misterio. Como en un film noir protagonizado por el asesino perfecto, la película de Marcos Rodríguez, basada en la novela homónima de Gabriel Báñez, se mueve por todos los géneros sin estacionarse en ninguno. Inspirada en una iluminación rembrandtiana y en un desplazamiento medido e irónico del policial inteligente (mitad juego de Clue, mitad comedia existencial), Los chicos desaparecen es, antes que nada, una película de estilo que ha esperado pacientemente su turno de hablar. Sin acentos locales, ni referencias a la actualidad, la historia sucede en el único lugar donde lo imposible puede suceder: el cine.
La historia es conmovedora y ambigua. Macías Moll –Norman Briski- es un relojero aficionado que ha dado con una fórmula excepcional que no necesita los protocolos de una teoría porque se da en la evidencia de la práctica. Sencillamente, los chicos van desapareciendo cuando cada tarde opera su silla de ruedas como una máquina de velocidad. El fenómeno es extraordinario, pero el modo de entenderlo no. La justicia, la religión, la policía y el chisme –todas manifestaciones del sentido común- coinciden en una interpretación básica: los chicos desaparecen por la influencia de un mal que es, al mismo tiempo, moral y social (quien lo comete peca y delinque). Pero detrás de las apariencias que le dan una realidad hueca a los hechos se asoma, como un monstruo destructivo, la Naturaleza.
Los personajes de Marcos Rodríguez, muy lejos del naturalismo etnográfico, hablan un español lunático lleno de silencios, frases hechas y dudas. Su realidad es un territorio extranjero en el que no hacen pie. En ese territorio no hay vida sino un teatro montado sobre un castillo de naipes que, una vez desarmado, deja ver la verdad (un recurso artístico del cine) que nadie puede decir porque no hay palabras para hacerlo.



Juan José Becerra es escritor, crítico literario y periodista. Publicó las novelas Santo (1994), Atlántida (2004) y Miles de años (2004). Actualmente escribe en las revistas Inrockuptibles, Gatopardo y Brando, publicó éste año los libros-ensayo Grasa y La vaca y colabora en el diario Crítica.

Avant premiere de "Los chicos desaparecen" basada en una novela de Gabriel Bañez y dirigida por Marcos Rodríguez


Brisky y Quinteros en una película platense



Hoy a las 19, en el Cinema Rocha de nuestra ciudad se realizará una avant premiere del filme "Los chicos desaparecen", ópera prima de Marcos Rodríguez basada en el libro del escritor platense Gabriel Bañez y protagonizada por Norman Brisky, Lorenzo Quinteros y Ricardo Ibarlín.

Con la presencia del realizador, el productor Gustavo Alonso, y los actores se estrenará esta película que fue rodada en escenarios de nuestra ciudad y que cuenta la historia de Macías Moll (Norman Brisky), un viejo relojero de barrio que pasa sus días envuelto en cálculos sobre el tiempo.

Guiado por un profundos deseos, todas las tardes, a las seis en punto, intenta obstinadamente bajar tiempos y se lanza por las rampas de la plaza en su silla de ruedas. Allí es feliz, rodeado por los niños que lo vitorean.

"Mi personaje está en silla de ruedas y cada tarde busca la velocidad y el perfeccionamiento del rodamiento que realiza en las rampas de la plaza. Pero a partir de esta actividad se suceden cosas imprevisibles que determinan un giro policial y que permite que cada espectador le dé una interpretación a este cuento oscuro", cuenta Norman Brisky quien se mostró feliz de participar de esta ópera prima de un realizador que estudió en la Universidad de Cine de La Plata.

"Me gusta la idea de trabajar con gente joven de la Universidad de La Plata y de ayudar al resurgimiento del cine para que vuelva tener la importancia que la filmografía platense adquirió en su momento. Es que esta ciudad fue muy golpeada por la dictadura militar porque aquí siempre hubo muchos jóvenes pensantes y cuando regresé del exilio volví a encontrar en La Plata jóvenes con inquietudes", argumenta el actor ligado a nuestra ciudad ya que dictó aquí varios talleres de actuación y protagonizó obras como "El pan de la locura".

Sobre su personaje en "Los chicos desaparecen" sostuvo que "yo interpreto los roles pero no los inconscientes. En este caso se trata de un hombre que tiene un alto grado de obsesión y de orfandad, ligados a la mecánica (arregla relojes) y, me parece, que a la orfandad al no tener hijos. Además tiene un accionar muy singular porque nadie sabe mucho sobre su privacidad; el mutilado tiene algo muy fuerte con lo privado, y el afuera no sabe mucho de qué se trata".

En esta película la equilibrada balanza entre los deseos de este personaje (retornar a la niñez) y su presente de invalidez se ve amenazada por la sorpresiva desaparición de unos niños en la plaza y lo sitúa como único sospechoso de un hecho que toma estado público. Un inspector de policía a punto de jubilarse, un juez, un obispo, una bella y joven oficial, un ex diplomático irlandés y un placero forman parte de la galería de personajes que toman partido en esta trama que privilegia el relato policial y es, según los realizadores "una clara alegoría sobre el tiempo que no excluye lo fantástico ni los destellos de un humor casi siempre duro".

El filme se rodó íntegramente en la ciudad; en escenarios como la plaza Belgrano (de 13 entre 39 y 40), el club Meridiano V (67 entre 16 y 17), el Instituto Médico Platense (1 y 50), la Casa de Gobierno y el Rectorado (en este caso, los interiores: pasillo y Presidencia), entre algunos otros, como la avenida Antártida, la avenida 1 a la altura de calle 47, y algunas calles de Tolosa.

La música original de la película fue compuesta por Leandro Giordano y Gustavo Astarita.

EL DIRECTOR

"El punto de vista de este relato es caprichoso y se corresponde con la silla de ruedas y la altura desde la que Macías ve el mundo" explica Marcos Rodríguez sobre la propuesta estética de su filme.

"La cámara especta la historia, salvo excepciones, como un voyeur de privilegio. Situada entonces a 1 metro de altura y provista de grandes angulares propone un espacio siempre distorsionado, caótico, que, sin embargo, encuentra su sistema en la lógica de composición de cada cuadro: forzados en su encuadre y en constante tensión desde la puesta en escena. Los angulares, cuando muestran algo tienden a mostrar todo; en cambio, los teleobjetivos se usan como signos de puntuación: rostros, detalles, etc. También se usan para los traslados de Macías por las calles de la ciudad. Los encuadres en fuga, levemente contrapicados se mantienen como una constante a lo largo del filme, al menos, cuando Macías domina la escena", agrega el realizador.

"La banda sonora que acompaña este relato tiene como pulsión básica un insistente y asincopado repiqueteo de relojes (leitmotiv). En cuanto se necesitan climas abruptos y sorpresivos se utiliza una doble orquestación; pudiendo reforzar, en el caso de la plaza, con texturas circenses; mientras que para los climas serenos el motivo 'tiempo' es oscuro y recurrente permaneciendo como efecto residual en aquellas escenas en las que predominan los diálogos" puntualiza.

"La suspensión del tiempo histórico es una constante que apuntala el relato en su universo fantástico. En los espacios cerrados la puesta en escena es deliberadamente abstracta impidiendo identificar la época. Los detalles de decorados (espejos, cuadros, escaleras, libros, etc) solo aparecen como extensiones de la psicología de los personajes. Elementos como el gran cuadro del prócer en el despacho del juez, la balanza de precisión en la casa de Mc Cornick; la relojería completa en el universo -Macías, dan clara cuenta de ello", finaliza.

LOS CHICOS QUE SE ME APARECIERON


Lo primero que sentí al ver la versión fílmica de Los chicos desaparecen fue rareza. Luego, extrañamiento. Aquellas imágenes surgidas de la imposición íntima del acto de escritura ya no estaban. Se habían ido. En su lugar habían aparecido otras. Diferentes, ajenas de una ajenidad sin embargo conocida. ¿Quién era ese personaje que se desplazaba en silla de ruedas intentando bajar tiempos desde una rampa con un cronómetro al cuello? Lo conocía, me era familiar, pero desde aquél lanzado por el lenguaje del libro a éste que descendía a través de la imagen, algo había cambiado. No digo mucho, algo: gestos, una mueca antes desapercibida, la manera aviesa de mirar desde la pantalla. En el cine hay una profundidad de campo de la imagen dada por la lente, en la escritura la profundidad de campo es patrimonio del lector. La profundidad de campo de la lectura no surge de una capacidad técnica sino imaginativa. Son distintas, ni mejor una ni peor otra, distintas. Aunque en el cine hay una profundidad de campo que también es patrimonio del espectador, ésta surge inevitablemente de la imagen que define un plano. Son las leyes. Las imágenes que se definen a partir del contexto del lenguaje son, bien se sabe, acaso más elusivas, ambigüas y hasta equívocas. Digo acaso porque tanto la psicología del espectador como la del lector ocupan un terreno difuso, objeto de discusión. Como sea, debo aclarar que siempre he tenido una relación polémica con el cine, afectiva. Y cada vez que me siento a mirar una película tengo la pésima costumbre de no detenerme tanto en las imágenes como en la historia. La verdad: me pongo a leer argumentos. Es una tara imperdonable, lo sé. Con Los chicos desaparecen versión cine me pasó algo infrecuente. Me detuve en las imágenes, perdí de vista la narración para fijar la atención en los encuadres, en esos recortes elegidos por el director. Creo que porque a esas imágenes distintas pero vagamente conocidas quería identificarlas, fijarlas, y hasta en algún sentido apropiármelas o que volvieran a mí. ¿Eran mías esas imágenes? Inconscientemente sentía que el cine le había robado el alma a mi libro y que, como el buen salvaje frente al daguerrotipo, mi lugar estático en la butaca lo ocupaba ahora un autor desalmado, no yo. La íntima extrañeza fue seguir las acciones de esos personajes desatados ya de toda pertenencia. Hablaban y remarcaban cosas lejanamente sabidas, pero como formuladas desde otra voz o en sordina. La película actualizaba formas de un pasado en tópico presente de disociación: el otro que era yo miraba la película de su libro que ya no era mío. En algún pasaje de la proyección alguien, desde atrás, me tocó en el hombro y me preguntó en un susurro, como afirmando: "Eso está en el libro, ¿no?". Dudé. Dije: "Creo que sí". Y, en verdad, no estaba seguro. ¿Cómo saberlo? En ese preciso instante caí en la cuenta de que de las casi mil personas que atestaban la sala del cine Rocha habría también mil versiones diferentes de lo que estaban viendo. Fue lo que me tranquilizó, lo que me hizo un espectador más, sin prejuicios ni falsas concesiones a la autoridad intelectual, en la que no creo demasiado. A partir de allí pude disfrutar, pero ya había pasado casi una hora de proyección. Hoy me digo que debería verla nuevamente, despojado de toda manía de identificación y un poco más almado. Como sea, fue raro reconocerse desligado de todo principio de autoridad. Sin dueño o tutor, al terminar, tuve que admitir que la fidelidad del film al libro era casi absoluta, por no decir rotunda. Eso lo percibí. Percibí también que durante esa hora y pico en la sala dos personas habíamos estado participando en una carrera de postas y que, sin quererlo, muy secreta y desapercibidamente, en medio de la oscuridad nos habíamos encontrado para un acuerdo tácito: yo le pasaba la trama de una historia que ya no me pertenecía y él la hacía suya para proseguir la carrera con mucho más aire y vigor. Así lo hicimos, con la complicidad del resto. Al marcharme, más de uno me dijo que quería leer el libro. Lo tomé como lo que era: un elogio a Marcos Rodríguez, el realizador.
Publicado por Gabriel Báñez en http:// cortey.blogspot.com

SINOPSIS

Macias Möll, dueño de la relojería del barrio, pasas sus días en su silla de ruedas, rodeado de relojes y envuelto en cálculos sobre el tiempo. Todas las tardes, a las seis en punto, se lanza desde lo alto de las rampas de la plaza en su silla de ruedas, rodeado de niños que lo vitorean, intentando obstinadamente bajar tiempos.
La desaparición de un niño en la plaza sitúa al relojero como único sospechoso y la investigación recae en el inspector Rene Rigaud.
La conspiración, un atentado inesperado y la desición propia de un hombre que es poseedor de una profunda fe, conducen al relojero a realizar un último lanzamiento, en el que transforma su secreto en dominación del tiempo.