DE PASO POR ROSARIO

La cruzada en busca de Rosario estaba cargada de expectativas para todos. La producción se movió en coche propio.
El cuarteto vibraba desde distintos lugares. Adelante, del lado del acompañante, viajaba Marcos Rodríguez, el único destinado a sufrir por ser el director de la película. Alejandro Encinas y Gustavo Alonso, asistente y productor ejecutivo respectivamente, viajaban cómodos detrás.
El trío había presentado la película en el Festival de Tandil, de donde se trajeron el premio del público. Sin embargo éste viaje tenía un invitado dispuesto a convertir el sueño en travesía.
Es que al volante iba Jorge Peroni, quien no sólo es parte del equipo de producción, sino que también es amigo de la casa.
Hasta aquí todo normal. Hombres de cine, en busca de la película que se proyectaba el día de inicio del festival rosarino.
Pero Peroni tenía algo más para demostrar, tal vez recordando su vivencia en una ciudad, de la que le quedan aún marcas en los tobillos. Es que Jorge Peroni ofició de guía en la ciudad santafesina, no por su intuición sino porque tuvo un paso fugaz por Argentino de Rosario, luciendo el nueve en la espalda.
El viaje mostró por primera vez como el entusiasmo desmadrado de Encinas era superado por un Peroni que desde que llegó a Rosario, tal vez recordando el vestuario compartido con Schiavi o la pensión en donde vivió con su representante, iba a tener la pelota dominada.

El grupo llegó al Centro Audiovisual Rosario y fue recibido por Lucho Redigonda y Gustavo Escalante, parte fundamental del equipo del Festival.
Milanesas con papas fritas fueron los primeros aliados en un mediodía soleado. Se acercó a saludar Marcos Pastor, quien el mismo día estrenaba en Rosario su documental Rastrojero en la misma sala.
Luego el grupo encaró para el hotel, ubicado equidistante entre un cabaret y la estación ferroviaria. Alonso volvió al centro a ver películas y saludar a los organizadores. Era su cuarta visita al festival y creía que no iba a ver sorpresas.
Horas mas tarde y atravesado por una siesta llegó el director a hacer el reconocimiento de la sala, escuchar como suena, chequear el tape, y una serie de acciones que a juzgar por su calvicie lo coloca al borde del manifiesto zen.
Pasada la película todos a comer. Descubrimos entonces como vendría el resto de la agenda. Sorrentinos y tinto, con la compañía de Leandro Ipiña, director del canal Encuentro, y de Gustavo y Lucho, que adelantaron que el mismísimo Peter Capusotto presentaría sus videos en la fiesta de apertura.
Comer, beber y departir parecían el plan perfecto. Hablar de proyectos, de películas, de sueños. Peter Capusotto hacía a delirar a cientos de personas que se agolpaban junto al escenario.
Lejos, en medio de la pista, con el nueve en la espalda, el amigo de la casa, nuestro guía, desataba su furia parlante con una irreverencia artesanal que si lo escuchaban le cerraban el micrófono a Capusotto.


Conformes por su paso por Rosario, director y productor de Los chicos desaparecen se encontraron en la barra por invitación del Festival. Tal vez a mezclar tragos con predicciones.
Supieron que en algún lugar de ese salón, Peroni le ganó por delirio a Pomelo y sus aliados.